Aprender a soltar

Cuenta una vieja y conocida historia que dos monjes, Tanzan y Ekido, cuando regresaban a su monasterio les agarró una lluvia torrencial.

Al cabo de un rato, vieron que una mujer joven, vestida con un precioso kimono de seda, vacilaba en cruzar un pequeño torrente que bajaba de la montaña y había inundado por completo el camino.

Tanzan acudió en su ayuda, la cargó en sus brazos, atravesó la corriente y la dejó sana y salva al otro lado del camino. Ekido permaneció en silencio, visiblemente molesto, durante todo el resto del camino.

Por fin, cuando ya llegaban a la puerta del monasterio, Ekido soltó con ira toda su queja:

-Se supone que los monjes no deben tocar a las mujeres, mucho más si son bellas y jóvenes como la que tú cargaste sobre el agua. No sé cómo pudiste cometer una falta tan grave…

Su queja y sus palabras sorprendieron a Tanzan que se había olvidado por completo del incidente. Miró fíjamente a los ojos de Ekido y le dijo:

-Mira, yo dejé a la mujer allá al otro lado del camino cubierto por el agua. Pero parece que tú todavía la sigues cargando.

¿Cómo dejar de cargar? ¿Qué se puede hacer frente a la dificultad? ¿Cómo dejar ir el dolor que causa lo inesperado, lo no programado o lo que no queríamos? ¿Cómo soltar la incertidumbre, la angustia o la tristeza? ¿Cómo aceptar eso que llegó sin que nadie nos preguntara o nos pidiera autorización?

A veces no logramos entender por qué razón o motivo estamos viviendo una situación determinada, sobre todo en un contexto desfavorable. Nuestra mente se pone en un serio conflicto y genera juicios, culpa, cuestionamientos e interpretaciones. Es un mar de pensamientos que circulan a un ritmo acelerado y que parece que nunca van a ceder.

¿Qué puede hacerse para quitarse la angustia y la tristeza que estaba experimentando después de haber perdido a su mejor amigo, pareja o familiar?.

Definitivamente no somos dueños de todo lo que sucede, pero sí de cómo reaccionamos frente a ello, de lo que retenemos y de lo que soltamos.

Al día de hoy no existen pastillas, recetas mágicas o fórmulas matemáticas para de un momento a otro dejar de sentir, sobre todo en esos momentos dolorosos. Pero sí conozco procesos que nos pueden ahorrar mucho tiempo de dolor y así acceder más rápido a la paz, a la calma espiritual y a la tranquilidad emocional. Bien dicen que “no es la dureza de la madera lo que le permite al sauce hacer frente a las tormentas, es su flexibilidad”.

Dejar ir es como la naturaleza del sauce, ser flexible. Es fluir, es entrar en sincronía con el Plan Perfecto de Dios así como tu capacidad de responder ante un evento (responsabilidad) y de esa manera permitirnos recibir todas las bendiciones que están a nuestro alcance.

No soltamos para olvidar o para dar carpetazo al pasado. Tampoco lo hacemos sólo para no tener tantas cosas archivadas o por aburrimiento. No se deja ir, sólo por falta de amor o de cariño a algo o a alguien. No se deja ir, para evitar toparnos con nuestra realidad.(de hecho es todo lo contrario).

Aprender a dejar ir es quitarle el poder negativo a esa situación que vivimos. Es desapegarnos de todo aquello que no nos deja avanzar o que ya no es, sin dejar de recibir la lección que eso nos arroja. Porque claro está, todas las experiencias tienen un mensaje que darnos, pero al recibirlo, lo importante es quedarnos con sus enseñanzas pero sin retener al mensajero.

Te lo explico de una forma más práctica, pensando en cualquier separación de pareja o de algún ser querido:

Si esa persona ya no está, duele y es muy válido. Por más cursos, conferencias o libros que te leas siempre está la esperanza de volver a verlo, abrazarlo, estar con él o con ella.

Vaya, dentro de esa despedida existen también valiosas oportunidades.

En este aprendizaje de soltar no es que lo humano esté peleado con lo espiritual o viceversa. De hecho debemos encontrar un balance en las dos áreas.

En una pérdida es importante reconocer que duele, pero también que esa persona (o experiencia o ciudad o trabajo) ya cumplió su misión o su ciclo en nuestra vida y que nos deja regalos importantes, aunque ya no “esté” de forma tan directa.

 

Te invito a que sigas leyendo en la segunda parte de este tema:
Aprender a soltar (Mitos y Realidades)